domingo, 13 de mayo de 2012

Cómo eliminar a Los indeseables

Nada de lo que voy a escribir aquí constituye una postura ética frente a la diferencia del otro. No trato de justificar ciertas decisiones históricas, movimientos políticos de ultra derecha o izquierda, crímenes, delitos, acciones ilegales, ni nada que se le parezca. Lo que SI voy a hacer es ejemplificar la manera en la que la literatura y el arte en todas sus formas nos permite purgar sentimientos, deseos y posibilidades macabras de ser y actuar.

Todos, sin duda alguna, con todo el fervor, santidad y humanismo que pueda llegar a experimentar una persona hemos sentido odio, fastidio o por lo menos un dejo de incomodidad frente a uno o varios de nuestros prójimos. Ahí radica el asunto principal de porqué es más fácil pensar en destruir que en construir, en acabar que en mantener.
Al escribir esto recuerdo como Raskolnikov empieza a ser puesto en entredicho por el texto periodístico que publica sobre la moral en los hombres ordinarios y los verdaderos hombres. No me creo capaz de llegar a consumar un asesinato como el del señor Rodion, muy a pesar de escribir este texto. Pero no puedo negar que le agradezco a él y a Dostoievski el asesinato de la anciana. Si. Lo agradezco. Cualquier lector promedio estará de acuerdo en que después de conocer a la usurera, a partir de la descripción del autor ruso, no queda otro camino que odiar a esa mujer y desear que desaparezca de la historia. ¿Por qué? Porque representa a otras mujeres y hombres, ancianos o de mediana edad que son usureros, despreciables, abusivos, codiciosos y que desearíamos dejaran de existir pero que hay que soportar, tolerar o ignorar, en el mejor de los casos, para seguir sin contratiempos la vida.
Así como le agradezco a Raskolnikov el asesinato de la vieja. Agradezco al maestro tantas veces elogiado, el clásico E. A. Poe, quien sin duda ha aliviado sentimientos incontenibles bajo la ilusión de reemplazar por uno de nuestros conocidos a aquél que ha sido perturbado, desaparecido o empalizado  en sus historias.
No crean que tengo en mente un nombre o un rostro en especial mientras escribo esto -o tal vez si- la mayoría de veces es un desamor indiscriminado, general. Un desprecio hacia lo establecido que puede partir desde el que te oprime el hígado en el bus hasta el dueño del perro que te ladra todas las noches aunque lleves pasando una década por la misma acera o la señora que vende minutos y en lugar de pasarte el celular, ella misma marca el número para que al momento de pagar sean 1:02 minutos. 

Si. Le agradezco en especial a escritores y cineastas que en sus historias sucedan acontecimientos edificantes para el alma. En la medida en que se convierten en el camino para purgar las ganas que a veces nos dan de "eliminar, ajusticiar, maltratar, ignorar y sus derivados" a gente insoportable -de esa que se encuentra uno en la vida-. O que en el caso más noble, hagan desaparecer de la historia al personaje principal - al único que parece digno de ser salvado- como sucede con Enid en Ghost Word. 
Hoy. Después de soportar la extrema nobleza de Grace en Dog ville  por más de dos horas, agradecí la impecable venganza de Lars Von Trier y sentí justa la muerte de un pueblo de perros.


Les dejo entonces dos filmes recomendados:
 Ghost Word de Terry Zwigoff y Dog ville  de Lars Von trier

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